lunes, 6 de julio de 2015

Lo stupido, l'idiota, come elemento unificante indispensabile per perpetuare la specie umana


El inglés para los negocios; el alemán para la guerra; el francés para la otra guerra, menor, pero más cruenta, del amor; el castellano para alargar los vencimientos de un préstamo con Dios, y, el italiano, (alargada sombra de Pitigrilli) para cantar, y, "scatenare" la actualidad, desgranandola.

Sea como fuere, somos todos necesarios, y, ninguno insustituible, pero siempre hay alguien más prescindible que otro en esta jerarquía donde el dinero estructura y sedimenta en capas a la sociedad. 

Quizás el más valioso, el alma mater, de todo este tinglado sea el estúpido, el imbécil, que con su enorme proliferación y su comportamiento irreflexivo y aleatorio, guiado por su instinto primario, mueve montañas de euros/dólares, crea shares, mitos, tendencias, marcas, pone, en fin, y quita reyes.

Ahora inmersos en infinidad de campañas para la preservación del hielo polar, y los osos de no se que parte, se hace más necesario que nunca, una iniciativa popular para salvar al imbécil que risotea a carcajadas a altas horas de la madrugada, al conductor que, equivocadamente, se sitúa en el carril más a derecha para girar a la izquierda, eso sí, indicando con el intermitente opuesto la maniobra contraria, al empalagoso que, solo verte, te suelta que has engordado, al pesado, al bocazas, al chorra, al gracioso que ejerce sin serlo,  pues, sin duda, son los seguros conservadores de la especie.

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