Escrita por Gerry Goffin y Carole King, asociados en la fabricación de éxitos, ésta canción tiene muchas versiones pero destacaría estas dos, que me parecen mejores, -donde va a parar- que la original.
En la voz de Benson, orquestada maravillosamente por Claus Ogerman/ Frank De Caro, arropado por el grupo estable que le había proporcionado los primeros éxitos del Breezin' e In Flight con Jorge Dalto, Will Lee, Steve Gadd, Ralph MacDonald, Greg Phillinganes con el Electric Piano (Fender Rhodes) y la ayuda de Earl Klugh y Phil Upchurch en la producción de Tommy Lipuma y Al Schmitt. Un sartenazo, -digamos, pues, un bombazo, tal como están los tiempos, podría mal interpretarse-, con todos los lujos para convertirse en una gran producción.
La de Michael
Nos encontramos ante la versión enredadora o hiedra, en su minutaje más largo. La melodía te invade, envolviéndote y apoderándose de ti, hasta neutralizarte. Disfrutas la sensación de que sus notas sean renovadoras para tu cerebro, liberándolo de la contaminación acústica, como si lo sometieses a una limpieza extrayéndole la pesada carga del hollín acumulado.
En cuanto a la mirada de Michael es purificadora. Es una curiosa forma de escrutar, donde, en lugar de sentirte observado, te ofrece la oportunidad de adentrarte en su interior. Es decir, no mira hacia afuera, no interroga, es de una generosidad sublime; abriendose, mostrandose, en un ejercicio humilde de limpieza y de bondad.
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