Otra vuelta de tuerca, otro eslabón en la cadena, díganle como prefieran, en la carrera de Louis Armstrong para hacerse un nombre, que, no un hombre, esta vez de la mano de Gordon Jenkins; famoso arreglista y director de orquesta que más tarde trabajaría con Nat Cole, Sinatra y demás pijerío de la época.
Nótese ya la importancia en aquel entonces de estos personajes, tal llamados conductores, imprescindibles, pues, habían una cosas que se llamaban orquestas y era necesario dirigirlas, y, en general , para cualquier actividad se requerían personas preparadas, y, no sólo comisionistas ni gente de esta que pasa en la construcción, por ejemplo, una obra o proyecto a otro, que a su vez lo larga a un segundo para que que sea un tercero o cuarto quien, finalmente, lo acaba endosando al tío Paco y su cuñao, por cuatro euros, y, los demás se limitan a engordar la factura hasta límites insospechados. (Perdonen esta salida de tono).
Nótese ya la importancia en aquel entonces de estos personajes, tal llamados conductores, imprescindibles, pues, habían una cosas que se llamaban orquestas y era necesario dirigirlas, y, en general , para cualquier actividad se requerían personas preparadas, y, no sólo comisionistas ni gente de esta que pasa en la construcción, por ejemplo, una obra o proyecto a otro, que a su vez lo larga a un segundo para que que sea un tercero o cuarto quien, finalmente, lo acaba endosando al tío Paco y su cuñao, por cuatro euros, y, los demás se limitan a engordar la factura hasta límites insospechados. (Perdonen esta salida de tono).
(Antes de que se me pase en la canción Spooks! hay un grito parecido al que Vincent Price diera para Jackson en su maravilloso Thriller. Dicen que Michael copió su baile y los calcetines de Astaire, pues el grito ya sabemos de quien. Y es que todos imitamos, u homenajeamos a alguien.)
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