Las noticias viajan con demasiada velocidad dejando a los ejemplares del día, fácilmente, anticuados/desfasados, por la existencia de infinidad de medios que operan con mayor inmediatez y cercanía.
Su ámbito de lectura se reduce a cafeterías donde mantienen el buen gusto y la tradición de ofrecer a sus clientes este servicio a la manera que a través de la consumición se pueda usar, también, el lavabo.
Aquí viene el problema. El disfrute de la lectura del periódico se encalla pues al caer en manos de desocupados su posesión se alarga, eterniza, y como domadores de diarios o correctores en busca de un gazapo, dificultan su rotación y acceso. Ejercen el sagrado derecho de turno mucho más efectivo que la aplicación de cualquier ley.
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