domingo, 29 de marzo de 2015

EL PRECIO DEL CORTADO COMO UNIDAD MÉTRICA MONETARIA




Las cosas valen lo que te cobran, sin, que, ello, tenga que ver nada, necesariamente, con lo que cuestan. Es decir, tienen un coste, pero su valor, su precio final variable está determinado por factores ajenos a el, más allá de las añadidas legitimas ganancias. De ahí, que un mismo producto o servicio presente precios distintos con arreglo al lugar donde se adquiera.

Llegado a este punto pudiera darse el caso que el precio de un cortado, a veces un insufrible mejunje, pueda variar un 30/40% según la categoría o situación estratégica del establecimiento expendedor, sin que este encarecimiento obedezca a la bondad final del producto ni, por tanto, a la mayor calidad de sus ingredientes. Pagas el servicio, dicen, pero lo que te cobran, realmente, es la oportunidad, el sitio.

Hubo un tiempo en que los precios de los desayunos en los aeropuertos eran estratosféricos, estaban por la nubes, pues se aprovechaban de la no competencia, de tratar con una clientela pasajera, siempre diferente y de que ya no está bien visto llevarte un termo de casa, sino es el folclórico mate.

Mi reflexión es esta: si dividimos el sueldo medio por el coste tipo de un cortado, obtenemos un nuevo valor, más allá del firme dolar, la exclusivista libra y el odiado euro, y, ese valor/patrón, como unidad métrico monetaria, nos da la medida justa de la escasa capacidad financiera que disponemos. Nuestros ingresos mensuales ascienden a 800 cortados, y, con esa cantidad, distribuida para hacer frente a todos los gastos, es aun más imposible llegar a final de mes.

Nos les digo si en lugar de dividir la mensualidad por el precio de un cortado lo hiciéramos por el precio de un zumo natural de naranja exprimida, entonces comprobaríamos lo pobres que, verdaderamente, somos.

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