Es verdad que la publicidad televisiva es a veces la parte más creativa de la programación, pero, siempre conlleva un componente ineludible de estupidez, bien por exceso, mostrándonos unos guapos elitistamente odiosos, o, por defecto, considerando imbéciles a los consumidores.
Y se vale, para ello, de unos eslóganes o muletillas que en algún momento debieron causar efecto, pero que el paso del tiempo han dejado obsoletas, absurdas y, a buen seguro, contraproducentes.
Me refiero al "si no queda satisfecho le devuelven el dinero" como muestra de certeza en la bondad de lo que anuncian, compensación que podría llevarse a cabo en determinados artículos, aunque, no siempre sea fácil evaluar el grado de satisfacción ni moverse en un terreno de apreciaciones tan delicado. Lo hemos escuchado referido a cosas, a electrodomésticos, y ha ido degenerando, tanto, su abusiva y discrecional aplicación que ha acabado en un anuncio sobre el colesterol.
Aparecen tres muchachotes, explicando que unos de ellos lo tenía disparado por encima de 200 y que gracias a este preparado ha conseguido atajarlo. Te conminan a que lo pruebes, y, si no consigues reducirlo te devuelven, naturalmente, el dinero. Ahí queda eso.
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