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viernes, 11 de septiembre de 2015

Tomates rojos crudos



Antes, en la noche de los tiempos, para ligar, al por mayor, habías de ser torero. Luego músico. Más tarde deportista, de élite o no, tanto daba. Y hoy cocinero. 

Tu puedes "enchufar" la tv a cualquier hora, y, aparece un tipo rehogando cualquier cosa. Ya no se habla de sexo; la gente se explica/intercambia recetas, trucos culinarios. 

Por ello, para darle un valor añadido a mi blog y estar a la moda, voy a hacer una pequeña aportación a la cocina. 

No como haría un gran chef con un plato de lujo. No. Será una aportación estética, ahora que está tan de moda la cocina de autor; es decir, la cocina para fotografiar, pues antes de degustarla, te tienes que embaular un bocata tortilla. 

Ahí va. Todos sabemos/conocemos la importancia del pan con tomate como acompañante a la hora del picoteo informal, que es una cocina menor, pero resolutiva, de participación, de camaradería y buen rollo. 

Pues bien, esta recomendación va dirigido a los que hacen pan con tomate. 

(En esta foto no aparece el pianista, Rodgers Grant)
El Toro


De un tiempo a esta parte se ha popularizado y extendido su uso a zonas donde nunca antes se había utilizado. Y se incurre, con demasiada frecuencia, en ofrecer el tomate ya raspado, con anterioridad, en un compuesto líquido/sólido a punto de hacer reacción, para que te lo sirvas, como sucede con la mermelada, con cuchara o ya en el colmo del mal gusto, esparcirlo sobre el pan a brocha/pincel. Lo he visto.

Bien, es decir, mal. Esto es una canallada. Esto es tan grave como inyectarte penicilina con la misma jeringa de un paciente anterior. Los tomates deben ser pequeños, rojos, maduros, e "inaugurarse" segundos antes de restregarlos/frotarlos sobre el humilde pan. Esto es así, por tradición y por religión.

Lo otro es comulgar con un cura que sacara la sagradas hostias de un bolsillo.