Antes, en la noche de los tiempos, para ligar, al por mayor, habías de ser torero. Luego músico. Más tarde deportista, de élite o no, tanto daba. Y hoy cocinero.
Tu puedes "enchufar" la tv a cualquier hora, y, aparece un tipo rehogando cualquier cosa. Ya no se habla de sexo; la gente se explica/intercambia recetas, trucos culinarios.
Por ello, para darle un valor añadido a mi blog y estar a la moda, voy a hacer una pequeña aportación a la cocina.
No como haría un gran chef con un plato de lujo. No. Será una aportación estética, ahora que está tan de moda la cocina de autor; es decir, la cocina para fotografiar, pues antes de degustarla, te tienes que embaular un bocata tortilla.
Ahí va. Todos sabemos/conocemos la importancia del pan con tomate como acompañante a la hora del picoteo informal, que es una cocina menor, pero resolutiva, de participación, de camaradería y buen rollo.
Pues bien, esta recomendación va dirigido a los que hacen pan con tomate.
(En esta foto no aparece el pianista, Rodgers Grant)
El Toro
El Toro
De un tiempo a esta parte se ha popularizado y extendido su uso a zonas donde nunca antes se había utilizado. Y se incurre, con demasiada frecuencia, en ofrecer el tomate ya raspado, con anterioridad, en un compuesto líquido/sólido a punto de hacer reacción, para que te lo sirvas, como sucede con la mermelada, con cuchara o ya en el colmo del mal gusto, esparcirlo sobre el pan a brocha/pincel. Lo he visto.
Bien, es decir, mal. Esto es una canallada. Esto es tan grave como inyectarte penicilina con la misma jeringa de un paciente anterior. Los tomates deben ser pequeños, rojos, maduros, e "inaugurarse" segundos antes de restregarlos/frotarlos sobre el humilde pan. Esto es así, por tradición y por religión.
Lo otro es comulgar con un cura que sacara la sagradas hostias de un bolsillo.
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