Ahora que ya nos conocemos todos, hablemos de malos conductores.
El mal conductor, no confundir con el clásico dominguero, lo lleva escrito. No en la cara, ni en el carnet, ni en la matrícula, pero se le ve de lejos.
No lo puede, ni intenta disimular. Tampoco lo esconde, ni regatea oportunidades para demostrarlo. Se diría que ya le va bien.
Detectas que llevas delante a uno de ellos, a un pésimo chófer, porque, concretamente, "no va a ningún sitio". Parece querer girar cuando continúa, y gira cuando todo hacía prever que seguiría.
Tiene una conducción arrítmica. Reinicia la marcha tardíamente, torpemente, y de golpe, sin venir a cuento, se le dispara la velocidad para acabar, otra vez, metros más tarde, languideciendo ante un despejado horizonte.
Se delata porque sus intermitentes tienen un comportamiento extraño, vida propia, y nunca acompañan la maniobra que está efectuando.
Es un consumado especialista en invadir el carril contiguo, pues suele circular por encima de la linea de separación, ocupando dos.
Cualquier cosa le distrae, y, todo parece interesarle más que su propia conducción al no tener fijado un destino claro.
No respeta nada, cree que las señales son para los demás, pero es lacerantemente maleducado en los pasos cebra; ahora, es capaz de pararse para permitirle la entrada a alguien que se incorpora viniendo en dirección prohibida.
Es un maestro del escaqueo, huele los controles de tráfico, (por divertimento suele cambiar el sentido de la marcha si esta rigurosamente prohibido) y va muy suavecito hasta que cae el ámbar, que, es cuando demuestra toda su potencia y sagacidad para dejarte colgado, mientras tu insulto, inefectivo, se aloja en tu salpicadero al paso que "el Fiti" se pierde en la lejanía con el warning activado.
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