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viernes, 13 de enero de 2023

Hablar por No Fumar (Reflexiones de un converso o cóncavo)




Se deja el tabaco como a un amor en pecado que nos domina / daña, y, que a todas luces, no nos conviene. Eso sí, momentos antes de que sea tarde, y, nos abandone él, marcándonos, o, perjudicándonos, dolorosamente.

Canalla y calladamente. 

Pues el sistema está montado para lesionarnos, como único fin, y lo que nos gusta, está prohibido, mata o engorda. (Que es la peor de las muertes: la defunción social).

A regañadientes. En una ruptura en la que no te vas del todo, algo tuyo se queda, ahí, como no se deja nunca de ser fumador, aunque no se fume más. Lo dejas a efectos formales o fiscales, pero nada más.

Se diría que ambos casos llevan implícita una turbia forma de resarcimiento. Una suerte de venganza malentendida contra la sociedad; una manera de recuperar los peajes, canjear los tickets de los gastos menores, en el primer caso, sin importar un daño a terceros, y, en el segundo, sufriendo un serio desgaste que la propia vida no exige ni merece.

Se fuma, para evidenciar al mundo y a nosotros, principalmente, el esfuerzo monstruoso que nos representa desarrollar la puta actividad diaria, desempeñar un trabajo que no nos llena, no ser dueños de nuestro tiempo, o, acabar nuestra pequeña o gran historia de amor comprando, juntos, papel higiénico en el supermercado. 

Y eso, esa frustración, se traga mejor con humo.

sábado, 18 de abril de 2015

THE ORIENTAL TOURIST PART II SIN KATHLEEN TURNER, NATURALMENTE




Lo localizamos, a duras penas, (la dificultad del lenguaje tampoco ayuda para la negociación) opto por la vía sentimental, mostrandole su foto familiar general, en donde, previamente, con las tijeras lo he eliminado, y ni así, hay manera de ablandarle el corazón. Por ese entonces ya pronuncia con soltura, "calamales lomana y huevos flitos con cholizo".

Dolorosamente, adoptariamos metodos, menos corteses, más expeditivos. Conseguimos que su esposa nos transfiera liquidez para gestionarle un nuevo pasaje, y, decidimos secuestrarlo, por su bien, y llevarlo, para facturarlo, al aeropuerto.

Manos a la obra. El traslado es rutinario, la dificultad estriba, en que por su propio pie, acepte subir al avión.
Para ello, nos proveemos de dos garrafas de 5 litros de aceite marca blanca, y un lebrillo (barreño ancho) y, con una reactancia de podologa, (artilugio que utilizan para calentar el agua y ablandar los callos) conectada a una bateria de auto, en un rincón apartado del parking de la terminal de salidas internacionales, ponemos el aceite hirviendo, al punto de hacer patatas bravas (que también las conoce y le gustan).

El oriental que ve aquello crepitar, y, nuestra cara de pocos amigos, se viene abajo, es decir, decide subir p'arriba, para tomar definitivamente su vuelo, no sin antes inclinar el torso y la cabeza, ritualmente, con un gesto que le honra, y, en señal inequívoca de cortés rendición. 
Fulgen.