Lo localizamos, a duras penas, (la dificultad del lenguaje tampoco ayuda para la negociación) opto por la vía sentimental, mostrandole su foto familiar general, en donde, previamente, con las tijeras lo he eliminado, y ni así, hay manera de ablandarle el corazón. Por ese entonces ya pronuncia con soltura, "calamales lomana y huevos flitos con cholizo".
Dolorosamente, adoptariamos metodos, menos corteses, más expeditivos. Conseguimos que su esposa nos transfiera liquidez para gestionarle un nuevo pasaje, y, decidimos secuestrarlo, por su bien, y llevarlo, para facturarlo, al aeropuerto.
Manos a la obra. El traslado es rutinario, la dificultad estriba, en que por su propio pie, acepte subir al avión.
Para ello, nos proveemos de dos garrafas de 5 litros de aceite marca blanca, y un lebrillo (barreño ancho) y, con una reactancia de podologa, (artilugio que utilizan para calentar el agua y ablandar los callos) conectada a una bateria de auto, en un rincón apartado del parking de la terminal de salidas internacionales, ponemos el aceite hirviendo, al punto de hacer patatas bravas (que también las conoce y le gustan).
El oriental que ve aquello crepitar, y, nuestra cara de pocos amigos, se viene abajo, es decir, decide subir p'arriba, para tomar definitivamente su vuelo, no sin antes inclinar el torso y la cabeza, ritualmente, con un gesto que le honra, y, en señal inequívoca de cortés rendición.
Fulgen.
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