Deducía por su terminación, como machista o narcisista, tratarse de una exacerbación, un abuso, una desviación, pero no lograba hacerme con el término, pero no se me olvidará. Seguro.
A la vuelta de un fin de semana movidito, me entregó tres pares de diminutas bragas acompañando el gesto con el diminutivo cariñoso de mi nombre, como suele hacer para solicitarme, siempre, algo extra laboral: Toma, "Ful", ponme esto a buen recaudo.
Recogí aquellas prendas con un cierto asco, y, más, adivinando el traqueteo y la violencia que habían sufrido.
Pasados unos días interesose por la mercancía, y, al devolvérselas debidamente lavadas/perfumadas, entró en cólera, para acabar sollozando, y, entre exabruptos, exclamarse, que has hecho, desgraciao, has dilapidao todo su valor, les has quitao la sustancia. Un guarro, vamos.
Fulgen.
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