El hall, sobrio pero amplio, da cabida en su centro a la garita de Adolfo, nuestro conserje, (es, naturalmente, peluquero, reciclao) y, se despliega, en dos distribuidores como añadidos a posta, desde donde nacen, cada una de las dos escaleras independientes (contiguas) con su correspondiente ascensor antiguo.
Es un despacho tipo, y, cuando lo visitas por primera vez, tienes ya la sensación de conocerlo previamente, de haber estado allí. Resulta familiar.
Se asemeja, (como sucede, a veces, con las personas, lugares, o paisajes), a otros, de similar distribución, de fincas parecidas, hermanadas por enclave y época, confirmando que la moda en el diseño se extiende, también, a la construcción, (todo es fruto de su tiempo), y, te lo recuerda el haber pisado, en anterior ocasión, idénticas baldosas con olvidado motivo, que, se yo; en busca de consejo médico, asesoría de abogado, consulta sentimental, o, cualquier otro asunto diverso, que no identificas, excepto, que su final acabara con el abono obligado de una factura.
(Presento esta larga descripción consciente de que ya no se llevan. La gente quiere acción, sangre, tiros, traqueteo (sexo, preferiblemente), ya, en el primer párrafo. Ejemplo: Subí la escalera, echando ostias, sin esperar al ascensor, desabrochandome la bragueta, pues me acababa de mensajear, vía movil, que, por fín, estaba sola, despachurrada en la cama, esperandome...)
Fulgen.
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