Sea como fuere, Diana Krall con su su insistencia, talento, saberse rodear de buenas amistades, todo eso que se hace imprescindible para triunfar, (el dinero no da la felicidad, pero la compra) ha devenido en un producto de calidad contrastada, y, con el paso de los años ha ido componiendo y regalándonos un tapiz de canciones escogidas, arregladas con cariño, de un nivel y exquisitez extraordinarias, hasta erigirse en la estrella que alumbra más fuerte, más intensamente, en el firmamento musical del momento, decaído, sensiblemente, como el resto de los sectores, a consecuencia de la escasa actividad y negocio que nos desocupa.
Es más. Esta canadiense de sólida formación musical jazzistica ha sabido irse derivando, acomodando, hacia standars triunfadores y de la mano de grandes solistas y con la inestimable ayuda en los arreglos de Claus Ogerman y la producción de Tommy LiPuma, ha encontrado la fórmula correcta, la ecuación perfecta, para acertar album tras album. Trabajo tras trabajo.
Nos tiene cogida la medida y repite a Jobim y Bacharach, valores seguros, intercalándolos, con una voz gradualmente mejorada, personal, sugerente, en una especie de Astrud Gilberto renovada, actualizada, madura, seria, con más calado y envergadura, menos infantil, pero en ese registro que acaricia los sentidos. Nada se puede hacer para no caer en las redes de esta gran profesional que sabe perfectamente combinar el arte y el comercio, ayudada, impelida diría yo, por el toque solvente y diferenciador de Ogerman. Scott Feather. All Music Kie.-
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