sábado, 30 de enero de 2016

No es camuflaje, son, simplemente, "las hojas vivas"



Escrita por Gerry Goffin y Carole King, asociados en la fabricación de éxitos, ésta canción tiene muchas versiones pero destacaría estas dos, que me parecen mejores, -donde va a parar- que la original. 

En la voz de Benson, orquestada maravillosamente por Claus Ogerman/ Frank De Caro, arropado por el grupo estable que le había proporcionado los primeros éxitos del Breezin' e In Flight con Jorge Dalto, Will Lee, Steve Gadd, Ralph MacDonald, Greg Phillinganes con el Electric Piano (Fender Rhodes) y la ayuda de Earl Klugh y Phil Upchurch en la producción de Tommy Lipuma y Al Schmitt. Un sartenazo, -digamos, pues, un bombazo, tal como están los tiempos, podría mal interpretarse-, con todos los lujos para convertirse en una gran producción.


La de Michael

Nos encontramos ante  la versión enredadora o hiedra, en su minutaje más largo. La melodía te invade, envolviéndote y apoderándose de ti, hasta neutralizarte. Disfrutas la sensación de que sus notas sean renovadoras para tu cerebro, liberándolo de la contaminación acústica, como si lo sometieses a una limpieza extrayéndole la pesada carga del hollín acumulado.



En cuanto a la mirada de Michael es purificadora. Es una curiosa forma de escrutar, donde, en lugar de sentirte observado, te ofrece la oportunidad de adentrarte en su interior. Es decir, no mira hacia afuera, no interroga, es de una generosidad sublime; abriendose, mostrandose, en un ejercicio humilde de limpieza y de bondad. 

miércoles, 27 de enero de 2016

recuerdos: material sensible. (conservar en lugar fresco y seco.)


The Only Living Boy In New York

"Visto, desde tan lejos, éramos felices porque no teníamos nada que perder, excepto la caspa". Comentario mío en YouTube.

Se suele coincidir, engordando el tópico, en que, cualquier tiempo pasado, fue mejor. 
Debido entre otras cosas, a que el mecanismo para almacenar la información en el disco duro de nuestro cerebro, podría clasificar por defecto, y, en base al instinto de conservación, los gratos recuerdos como más asequibles, más a mano, en perjuicio de los desagradables, que, por su inconveniencia, ordenaría más lejanamente ante una búsqueda somera y rutinaria.

Por otro lado, nuestras vivencias corresponden a un tiempo pasado, -tan proclives a idealizarlo- donde éramos, necesariamente, más jóvenes, y ya se sabe el plus que ello conlleva: el aprendizaje y la iniciación descubriendo las cosas y a nosotros mismos, por primera vez, junto con la predisposición natural para la golosa/gozosa aventura, por la propia inconsciencia y el vivir, todavía, exonerados de cualquier mínima responsabilidad.



Con la excusa del revival de mis baladas preferidas, he vuelto a rememorar, "visitando"  lugares queridos por mí, ahora, olvidados. Me he colado como un observador mudo y ajeno a lo que se sustanciaba, en estancias de discotecas imposibles, situadas en escaleras de vecinos, ocupando dos pisos conectados por su interior; he sentido casi el riesgo de tropezar en lúgubres entradas de salas de baile, pioneras economizadoras de energía; disfrutado el mecánico contorneo de las "go-go" aupadas en columnas y vistas, entrecortadamente, por el efecto de la luz a ráfagas; y me he reconocido, a mí mismo, como quien dice ayer, exultante, animadisimo, "superenrrollao" ignorante de la inexorabilidad del tiempo.

martes, 26 de enero de 2016

Salvóse quien pudo! o, la sutil jerarquía de la belleza.(bread)

En estas agónicas circunstancias lo mejor era ingresar en la Legión Extranjera, pero estaba a tope.

Podría asegurarse, que, los pequeños trastornos y el malestar por el natural desgaste, han ido variando con los tiempos, asociados al mal tipo de vida de cada época: nerviosos, gástricos, de cabeza, en todas sus partes e intensidades, pero, en aquel entonces, el dolor común era el de testículos, vulgarmente, huevos. Los muchachos y los hombres, hechos y derechos, que no lloran, en privado, se retorcían de dolor.

Me río yo del calentamiento global. Esta energía hace 50 años estaba incrustada, alicuotamente, en el paquete del sexo masculino, en sus bajos, y, una vez liberada, con fatigosas actualizaciones sexuales e ingentes planes de desarrollo, como no se destruye, sólo se transforma, ha chamuscado la atmósfera terrestre y los océanos, originando el problema que se nos avecina.




Las cosas son así y no hay que darles más vueltas. 
Luego estaba el tema de la guapa y la fea. Que tiene bemoles, la cosa.

Se refiere a que las mujeres en aquel tiempo que había, estadísticamente,  un porcentaje mucho mayor de feas, por la alimentación o porque no sabían arreglarse y sacarse partido, -agrupadas en parejas para ir deprisa, o en grupos de tres o cuatro o más, si su idea era pasar el rato-, siempre iban compensadas: una cojonuda y la compañera más corriente, menos agraciada, eso sí, como en una ley física, dotada con los atributos de su amiga en una proporción inversa.

Claro, a ti y a toda la cuadrilla, de entrada, te gustaba la guapa, pero hacías mal, en una estrategia errada, dirigiéndote a ella.(Las guapas, ya viene de entonces, eran antipáticas por naturaleza). Debías, naturalmente, tontear primero con la bajita, más asequible y dicharachera, dependienta de carnicería, posiblemente, y una vez hecho el ganso, pasarte a la maciza mocetona siguiendo la sutil jerarquía de la belleza.

Si es lo que digo yo, la inexperiencia es la hijastra de la ciencia.

lunes, 25 de enero de 2016

A vueltas con los lentos del sexo convulso y convexo


Susie - Q

Pues eso, que había una gran dificultad para relacionarse y las discotecas, boites, bailes, y, demás antros propiciaban el milagro. Facilitaban el empezar que era lo complicado. La gente era muy corta, y, muy cortá. Los tíos, también, eran un poco mas escuchimizaos y compactos que ahora, aún no había acudido el "Petit Suisse" al rescate, -a causa de la timidez se inventó por aquel entonces "eres más corto que las mangas de un chaleco", demostrativo-,  pero hay que decir, en su defensa, que las chicas salían amenazadas de casa.

En cada familia había un coco o varios, capitaneado por uno de sus miembros, que antes de salir, les leían la cartilla sobre los peligros del sexo, con frases de esta jaez: Tú verás; como te hagan un bombo, te lo vas a criar tu sola, en la calle. 
Claro, te llegaban los angelicos que nos veas. Atemorizadas. Te veían como a un bicho raro. Resabiadas y suponiendole al esperma unas propiedades más corrosivas que el ácido sulfúrico, que es el que estaba de moda. (Vamos a poner otro lentorro, para recordar)


Raiders On The Storm

En estas trágicas circunstancias tenías que ser un Houdini para burlar las estructuras mentales de toda una familia o raza. Tú y tu pene contra el mundo. Ríete tú, de los conciliadores sociales. 

Había por parte de las muchachas, afectadas, por otro lado, buena predisposición pero muy escondida. La Iglesia, el colegio y la educación familiar pesaban mucho, y, les frenaba los instintos naturales, y, entonces, llegabas Tú, con un pestuzo a colonia barata y las palmas de la manos sudás, por la tensión y los nervios del momento.

En fin, un drama. Para acabarlo de arreglar, les obligaban a estar de vuelta en casa, inmaculadas, antes de las 22:00h de la misma tarde. Que, como te se queda el cuerpo?

domingo, 24 de enero de 2016

Semana romántica: promoción 2x1 (10 cc. / Fleetwood Mac)



Uno, por cuestiones de edad que no vienen al caso, le tiene querencia a las baladas o canciones lentas, material imprescindible para poder ejecutar las evoluciones lógicas que, imitando a un palomo, alrededor de su pretendida pareja, constituían la liturgia requerida de acercamiento para iniciar la conquista.
(El asunto de hoy, va, a poder ser, de folleteo; pero ya veremos, a lo último sino se tuerce la cosa, en el sentido figurado).
Eran tiempos duros y fríos, -los inviernos duraban entonces 15 meses largos- llenos de incomprensión y carencias. Lo que más teníamos era eso, carencias.  Estábamos a rebosar, nos salían por todas partes. Mira tu como estaba la cosa, que para que te dieran un plátano, tenías que fingir una enfermedad grave, casi terminal.  Se le atribuían por aquel entonces, dicho sea de paso, a los plátanos de Canarias unas propiedades curativas de no te menees.

Pero a lo que vamos. Dependíamos totalmente de los lentos. No era como hoy, que se le puede decir a una chica: oye perdona, te apetece follar? Y lo correcto es que te diga: hecho. Entonces, no. El follar iba de contrabando como el tabaco de Andorra. Tenías que desarrollar unas estrategias, para hacerlo venir bien, y, que la cosa cuadrara. (Vamos a poner otra lenta a ver si se anima esto).



Y claro, formaban parte de nuestro "modus follandi", -el vivendi era otro, hasta llegar ahí-, y las necesitábamos para estrechar lazos o lo que fuera, con tal de comprimir la distancia entre los sexos que, por entonces, solo existían dos. 

La gente iba a las discotecas no a drogarse, el drogarse no era urgente, era más prioritario desfogarse, y, para ello había que ligar, y para ligar tenían que poner lentos. (No se si me seguís).
En todo caso seguiremos...