miércoles, 27 de enero de 2016

recuerdos: material sensible. (conservar en lugar fresco y seco.)


The Only Living Boy In New York

"Visto, desde tan lejos, éramos felices porque no teníamos nada que perder, excepto la caspa". Comentario mío en YouTube.

Se suele coincidir, engordando el tópico, en que, cualquier tiempo pasado, fue mejor. 
Debido entre otras cosas, a que el mecanismo para almacenar la información en el disco duro de nuestro cerebro, podría clasificar por defecto, y, en base al instinto de conservación, los gratos recuerdos como más asequibles, más a mano, en perjuicio de los desagradables, que, por su inconveniencia, ordenaría más lejanamente ante una búsqueda somera y rutinaria.

Por otro lado, nuestras vivencias corresponden a un tiempo pasado, -tan proclives a idealizarlo- donde éramos, necesariamente, más jóvenes, y ya se sabe el plus que ello conlleva: el aprendizaje y la iniciación descubriendo las cosas y a nosotros mismos, por primera vez, junto con la predisposición natural para la golosa/gozosa aventura, por la propia inconsciencia y el vivir, todavía, exonerados de cualquier mínima responsabilidad.



Con la excusa del revival de mis baladas preferidas, he vuelto a rememorar, "visitando"  lugares queridos por mí, ahora, olvidados. Me he colado como un observador mudo y ajeno a lo que se sustanciaba, en estancias de discotecas imposibles, situadas en escaleras de vecinos, ocupando dos pisos conectados por su interior; he sentido casi el riesgo de tropezar en lúgubres entradas de salas de baile, pioneras economizadoras de energía; disfrutado el mecánico contorneo de las "go-go" aupadas en columnas y vistas, entrecortadamente, por el efecto de la luz a ráfagas; y me he reconocido, a mí mismo, como quien dice ayer, exultante, animadisimo, "superenrrollao" ignorante de la inexorabilidad del tiempo.

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