martes, 12 de enero de 2016

El trabajo de investigador privado no se subcontrata (parte IV)



A Houston le endosaban un problema, pero aquí tenemos, básicamente, dos: la deuda pública y el sexo privado, no sabiendo como gestionarlos.
Está cuantificado que cada españolito venido al mundo, de aquí, a la eternidad, aterrizará, consuetudinariamente, con un pan debajo del brazo, pero en la concavidad ciega de la otra axila, acumulará, en rojo, una parte del conocido déficit económico, a enjugar, gestado en onerosas y prescindibles, por duplicadas, administraciones, pero además, sin saberlo, ya que de ello, no se habla ni en Salvados, convive en nuestro ADN otra carencia mucho más grave que la monetaria, y, es, reconozcamoslo, honestamente, la sexual.

Aquí, siempre, se ha jodido: poco, mal, tarde y deprisa. Los cuatro adjetivos que despojan a una relación placentera de plenitud, satisfacción, placer y, finalmente, de sexo. 



Hemos conseguido conformar una selección de basket ganadora, fabricamos mondadientes envasados al vacío, exportamos de todo sin complejos, copamos los primeros puestos del ranking en la cocina internacional, hemos puesto otra pica en Flandes introduciendo los churros de porra en China, mejorado el inglés con Duolingo, nuestros jóvenes cumplen a rajatabla el lema "altius, citius y fortius", es decir, disfrutamos de una situación coyuntural apacible y notable, pero seguimos enredados, con nuestra legendaria y sempiterna torpeza, en la cama.

Existe algo en nuestro génesis más profundo, en el mecanismo u origen ese, que permite a las uñas y los cabellos crecer por su propia iniciativa y voluntad, que nos invalida o menoscaba para el sexo. Es, se quiera reconocer, por una cuestión de machismo, o no, una incapacidad total, intransitoria, por la naturaleza de su temática, con un atraso irrecuperable, donde actualizarnos y progresar nos cuesta tanto como hacer manejar a un pato, un laúd de 12 cuerdas. Somos de secano en ese aspecto, y no sabemos desenvolvernos en la piscina olímpica del sexo, sin salir, por tanto, a flote.



Ahora por fin se entiende esa frase que a los ojos de Dios, (Cuando no conozcas la paternidad de una frase, adjudicala a alguien famoso) todos tengamos una minusvalía, y, en nuestro caso, ya sabemos cual es.

Se podrá argumentar que estadisticamente somos un país adulto, homologado, moderno, pero las estadísticas, malinterpretando, otra vez, a Zoran Coachovic, están para romperlas, y, como con el reparto del consumo de pollo por habitante y año, siempre hay quien se atraca doblemente, mientras el cociente de la división le asigna la mitad.

En resumen, nuestro drama, es que aquí se folla poco, y, encima, este deporte elitista siempre lo practican los mismos. 

Continuará...?

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