lunes, 24 de agosto de 2015

De repente el próximo otoño, o, vacaciones Santillana




El verano tiene, contractualmente, la obligación estacional de venir preñado de vacaciones, ahora que medio país está embarazado (es lo más in, lo ultimo) en medio de una situación embarazosa. Si no, ni es verano, ni es nada. A que viene?. Resultaría cuáquero e inaceptable que su fin último solo fuera propiciar la venta de mayonesas y salsas varias, eliminar excedentes, al límite de caducidad.

El verano es la leche,  la ostia, la repanocha, la tía de Carlos en bikini, el coloso en llamas de los incendios, el tinto ídem, la manera más rápida de que transcurra el tiempo, la forma más segura de descuadrar tu presupuesto, la salida del caparazón quitándote capas como a una cebolla, la evaluación estimativa volumétrica de tus propias carnes descubriendo zonas y perímetros que no te conocías, el contacto posible aunque improbable con otras epidermis, un doctorado en supermercados, la insufrible terquedad del ser y estar, la comprobación palpable de que las malas noticias ganan por goleada, una oportunidad de visionar otra vez La invasión De Los Ladrones De Cuerpos, 

de  releer Yo, Claudio, 



de abandonar o posponer otra vez aquella iniciativa (tipo la subida al Naranjo de Bulnes), o aquel proyecto inacabado hasta él próximo verano.

Y para los que quieran apuntarse a la moda de las dos versiones, ahí va esta más convencional:

Se presenta con distintas modalidades, expectativas y utilidades, es decir, se "vive" de diferente forma, de acuerdo a la edad. A los 15 deseas volver otra vez al mismo lugar que el año anterior a tratar de enderezar aquello que por inexperiencia no resultó, no salió, y, que desde entonces te ha mantenido inquieto, ausente, con la esperanza de que las oportunidades ofrezcan, imitando a las rebajas, un segundo reenganche.

Con algunos años más,  uno siente la necesidad de viajar, de alejarse,  de poner tierra de por medio. Nada tan atractivo como lo desconocido, lo ignoto, lo inexplorado hasta que compruebas, que en el extremo de ese confín, ya estén a pleno rendimiento las máquinas dispensadoras de turno.

En general se trata de poder explicar a la vuelta, que has estado allí, bien lejos, pues eso viste y marca la diferencia.

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