viernes, 10 de abril de 2015

EL INSULTO COMO FORMA DE RELACION Y ABRE PUERTAS




El insulto ha perdido toda su fuerza/crudeza, y, con ello su virulencia y efectividad. Desprendiéndose de ese efecto final que pretendía, según grado, molestar, herir u ofender.

Ahora, hijoputa, todo de una vez, es un saludo que denota cordialidad, y  buen rollo. Y esto está asumido por todos, y, ya, nadie se molesta ante una de las múltiples, y, ricas variantes de insulto que nos distinguen.

Sorprendía que los jugadores de fútbol foráneos, y, deportistas de otras disciplinas, lo primero que aprendían de nuestro idioma era insultar/blasfemar. (Escupir ya lo traían aprendido). Era una forma de integración rápida y efectiva. De conectar con nuestra idiosincrasia por la vía más popular y directa.

La siguiente anécdota ilustra mejor que nada la veracidad de los expuesto.
Asistiendo a un accidentado partido de hockey patines, el arbitro soportaba, como de costumbre, estoicamente, toda suerte de improperios con mención especial a familiares de primer grado y antepasados incluidos, insultos gruesos, inadecuados siempre, y, desproporcionados, para lo que allí se estaba sustanciando.

Llegado a un lance concreto del encuentro, y en este punto determinado, alguien introdujo una novedad entre tanta palabra soez, llamándole: ¡torpe!. En ese mismo momento como disparado por un resorte, el arbitro, se dio por aludido y suspendió, inmediatamente, el partido, ofendido en su más profundo ser.

Hubo que emplear Dios y ayuda para, calmarlo y, finalmente, reanudar el partido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario