Conviven diversidad de formas de prosperar en la escala laboral, siendo más rápidas y directas, las, en mayor o menor grado, inconfesables, ya que por su misma condición de alegalidad, conocen y disfrutan de atajos o brevedades vedados a las, rutinariamente, meritorias.
Una de esta modalidad garantizada es el ascenso coñero, que, como su propio nombre indica, consiste en escalar puestos por vía vaginal, no por el conducto, físicamente imposible, pero si como una forma comercial actualizada del pago en especies, o, en recuerdo del extinguido trueque.
Difiere de su hermana gemela, la vulgar promoción camastrera, en que el sujeto protegido no participa, pasiva ni activamente, en el uso y disfrute de la carne, y, su inmediata elevación, se ejerce por delegación, en una extraña suerte de carambola. Es decir, alguien muy allegado incide en la titular de un coño estratégicamente situado, para que a través de este medio, influya, canalice y surta efecto la deseada petición.
Como verán la fórmula presentada aquí, goza de mayor grado de sofisticación, pues, la maniobra no se aprecia, a simple vista, quedando entre un si es no es, y resulta, desde luego, más aséptica, al quedar diluida y enmascarada.
Se nota, en último extremo, en que al incorporarse el recomendado al nuevo destino, le respetan, escrupulosamente, el tiempo reservado para desayunar en su primer día de trabajo.